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sábado, 12 de julio de 2014

Mi paseo por la Reforma



El Paseo de la Emperatriz ha sufrido transformaciones desde que el segundo emperador de México, Maximiliano, dispuso la traza de una avenida que conectara el castillo de Chapultepec, en donde residía, con el edificio de gobierno en el centro de la ciudad, con mayor detalle, en el zócalo. Transitaría a diario en su hermoso carruaje, tirado por cuatro briosos corceles, a través de las arboledas, y admirando los camellones, glorietas y esculturas de una avenida que le recordaba a París; además de satisfacer a su amada Carlota. (Si no en la intimidad, al menos en lo externo) Lo puse entre paréntesis y letras pequeñas para quien no quiera leerlo pueda saltarlo.


          Lo digo con un poco de sarcasmo y con un mucho de nostalgia puesto que prefiero conservar la imagen aquella del romántico y devoto amor del archiduque hacia su bella y frágil emperatriz; la imagen que me vendieron mientras estudiaba la secundaria. Después de todo siempre me han cautivado los cuentos de príncipes y doncellas, o viceversa, da igual. Imaginar que en un suspiro se puede acceder al trono de un reino como el de México… Divago… El caso es que el enamorado Habsburgo decidió transformar la capital de su imperio en la más bella del mundo conocido. Olvido voluntariamente los verdaderos motivos de Maximiliano, para no matar lo novelesco de mi paseo.


"La Estela de Luz"
Monumento para conmemorar el centenario de la Revolución  y el
bicentenario de la Independencia

La Torre Mayor
225 mts. de altura, el rascacielos más alto de América Latina
Imposible dejar a un lado cómo fue que llegó Maximiliano al poder, a pesar del esfuerzo de don Benito Juárez y del general Ignacio Zaragoza. El general y sus tropas liberales vencieron al ejército de Napoleón III, el más poderoso del mundo en ese momento, el 5 de mayo de 1862, en la heroica ciudad de Puebla —uff, me agoto al recordarlo e intentar resumir un hecho que no debíamos olvidar—. A pesar de esa victoria, nuestro apreciado archiduque llegó al poder apoyado por los conservadores y el clero, luego del terrible sitio a la ciudad de Puebla y avanzar las tropas francesas sobre la capital, en 1863.  
La historia de amor entre Maximiliano y México; entre Carlota y el archiduque; entre los conservadores y el poder, finalizó antes de lo que todos esperaban y se restauró la república. El pañuelo bordado y níveo flotó por unos segundos frente al rostro de la atribulada Carlota, al saber que su archiduque había sido ejecutado; hay quienes aseguran que al recibir la noticia se rompió el último hilo de cordura en la mente de la bella emperatriz. No estoy tan segura, pero mi opinión sólo cabe dentro de una novela y no está en mis planes escribir acerca de Carlota.

Con los cambios administrativos y puestos cada uno en su lugar, el Paseo de la Emperatriz se llamó Paseo de la Reforma. La modernidad pretendida por el imperio continuó con la modernidad procurada por el general Porfirio Díaz y pronto, palacios y palacetes de estilo afrancesado, ocuparon ambos lados del Paseo de la Reforma. Aún podemos admirar algunos de ellos, pocos, quizás muy pocos puesto que la Revolución y la evolución de la sociedad acabó con la mayoría. Ahora admiramos edificios increíbles con cimentación “flotante” que los mantiene en pie, a pesar de que la tierra retumbe. Hay otros menos agraciados, herencias de los años 60´s y 70´s, y otros más ochenteros de los que mejor ni opino.
Mientras me acercaba al emblemático monumento, me fue imposible evitar las memorias de lo ocurrido en ese 1985, el gran terremoto, la gran catástrofe y el profundo dolor que sufrimos los mexicanos.




Y en ese momento llegué al Ángel de la Independencia (herencia del porfiriato y diseño del arquitecto Rivas Mercado). Mis padres me cuentan que también, a consecuencia del terremoto de 1957, el ángel había caído, pero en ese momento lo veía yo a todo lo alto, con el brazo derecho hacia arriba, victorioso y mostrándome un cielo desusadamente azul.




Nuestra hermosa Diana Cazadora
Continué hasta tomar un descanso frente a la Diana Cazadora (la Flechadora de la Estrella del Norte, el nombre original). Recordé el reciente fallecimiento de doña Helvia Martínez Verdeyes, quizás una de las mujeres más admiradas a través de la escultura. Mil historias no escritas e inventadas llegaron a mí, no las contaré, pero puedo recomendarles la novela A la sombra del ángel de Kathryn S. Blair y ¡por supuesto!, revisemos de nuevo La región más transparente del maestro Carlos Fuentes.
También él quería andar en bici

Un Paseo de la Reforma en día domingo, de familias en bicicleta, patinetas, patines o andando y con mascotas. Como le hubiese gustado a Moctezuma, a Maximiliano, a Benito, a Emiliano, a Porfirio, a Francisco y como me encanta a mí. 

jueves, 10 de julio de 2014

"El Hacer" de la Sahumadora o el Sahumador



Ser Sahumadora es un privilegio que da la oportunidad de servir, con el propósito de brindar equilibrio a las personas, a los lugares y a ella misma. La Sahumadora elige un camino que será de continuo aprendizaje. Las experiencias serán únicas y personales. A través del trabajo con los elementos, recibirá dones, beneficios y responsabilidades.
Se convierte en una guerrera y su incensario en el instrumento que le permitirá enfrentarse al conocimiento y la trascendencia de los límites impuestos en la vida cotidiana u ordinaria.
En el Hacer del sahumador, un primer nivel se refiere a las formas, dicho de otra manera, al mundo de lo material, del tonal. Es sencillo de transmitir y de experimentar. El siguiente nivel lleva a la apreciación de las manifestaciones sutiles del Espíritu.
Pedimos a quienes desean conocer el Hacer de la sahumadora, abran los ojos del corazón y liberen su mente de concepciones mecánicas y aprendidas.
Hablamos en femenino porque es una práctica mayormente reservada a las mujeres, aunque también la ejercen los hombres que deciden aprender a través de este camino.
El incensario representa el vientre que contendrá los carbones encendidos, ese fuego primordial, recibirá el incienso de copal y las diferentes hierbas medicinales y aromáticas.
Hay dos tipos de incensarios: el popoxcomitl y el tlemaitl.

Se considera al popoxcomitl como un recipiente femenino, por la forma de copa. Un vientre que se sostiene por el “cuello del útero” o base.

El tlemaitl (tetl, fuego y maitl, mano), está formado por el recipiente que contiene los carbones y una extensión que permite a la sahumadora sostenerlo. Su forma sugiere los dos principios: el femenino (depósito) y el masculino (extensión o mango para sostenerlo). De alguna manera simboliza la alianza de lo masculino y lo femenino, la integración de los “opuestos” que lleva a un fin sublime.



Desde el corazón de la sahumadora surgirá la intención, fluirá a través de su brazo derecho y terminará en el recipiente del tlemaitl en cuyo vientre arden las brasas, transformando el incienso en espirales de humo blanco y aromático.
El hacer de la sahumadora y el sahumador se conoce a través de los diferentes códices, de estelas, de vestigios arqueológicos, de la tradición transmitida por generaciones y por los relatos de fray Bartolomé de las Casas y fray Diego Durán, como fuentes principales.
 “Si habían de cazar plumas, la misma liga para tomar los pájaros, la incendiaban. ...les mandaban que antes de salir de casa, sacrificasen al fuego y le hiciesen oración, y a los umbrales de las casas y, en llegando a los montes, que los saludasen e hiciesen sus sacrificios y promesas”.



    Códice Fejéváry-Mayer

Sahumar era una práctica ritual tanto en los lugares sagrados como en los hogares. La persona elegida se encargaba de ofrecer respeto y agradecimiento a las deidades, por medio del humo del copal.  
Para los antiguos mexicas, el fuego se consideraba sagrado por los dones que les brindaba. La deidad del fuego: Xiuhtecutli, unificaba, purificaba, iluminaba los corazones y las ceremonias.




En el códice Ríos se representa a Chantico, a quién se consagraba el fuego del hogar. El fuego se mantenía encendido en las viviendas y sólo se apagaba al cumplirse el ciclo de 52 años, de acuerdo a la cuenta del tiempo de los mexicas. El nuevo fuego se encendía en una ceremonia ritual, en el Teocalli en el actual Cerro de la Estrella. Práctica que aún continúa haciéndose por los abuelos de la tradición.



Ese Fuego Nuevo se llevaba a los hogares. En cada casa había un lugar reservado para los enseres de cocina y el fogón, que consistía en tres piedras colocadas de manera tal que formaran un triángulo, en su centro se colocaban las brasas. Sobre las piedras descansaba el comal y se cocinaba. Ese lugar era la morada de Chantico, el fuego del hogar.

En cuanto el Fuego Nuevo llegaba a la vivienda, la sahumadora encendía el tlemaitl, y con el humo del copal sahumaba la vivienda. Así agradecía a las deidades protectoras del lugar y de la familia que ahí habitaba. Cuando tomaban los alimentos, convidaban al fuego y le agradecían.
Al inicio y al finalizar cada día, se sahumaban las efigies de las deidades protectoras del hogar, representados en el altar de cada casa. Les mostraban su agradecimiento y les solicitaban los favores para el día siguiente. También se sahumaban los enseres del hogar y del trabajo.
El Hacer de la sahumadora era de suma importancia porque se convertía en un medio de comunicación con el Espíritu.
En otro nivel, la sahumadora trasciende el hacer cotidiano y aprende a reconocer el lenguaje nacido de la fusión entre su corazón y su intención. Eso se expresa a través del incensario, con el fuego, con las esencias aromáticas y el lenguaje del movimiento y figuras de las volutas de humo, que serán como palabras blancas dibujadas en el aire.
Todo contiene un profundo significado, se convierte en una voz sutil que indica, sugiere, ordena, purifica, anima, defiende, protege.
            El hacer de la sahumadora inicia en el momento en el que coloca los carbones en el centro del tlemaitl y los enciende con los cuatro ocotes, cada uno orientado a las cuatro direcciones, solicitando a los cuatro Tezcatlipocas le permitan trabajar con impecabilidad y así lograr la conexión con el Espíritu.
En cuanto los carbones enrojecen, deja caer sobre ellos el copal, las hierbas aromáticas y alimentará el tlemaitl el tiempo que sea necesario. Las emanaciones son de paz, benevolencia, amor, purificación. Por esos motivos, armonizan y protegen.
La sahumadora es quien recibe a la gente, irá al frente de todas las ceremonias porque es la encargada de preparar el camino, de limpiarlo. También purificará los enseres que se empleen, sahumará a cada una de las personas, por el frente y por la espalda.
Al finalizar la limpieza, cada persona le agradecerá y besará el tlemaitl en señal de gratitud y respeto. En la ceremonia del Temazcal, es su responsabilidad el sahumar el lugar, dentro y fuera del Temazcal, los enseres que se emplearán y a las personas.
            Los movimientos de tlemaitl serán circulares para unir los cuatro rumbos. Lo elevará por encima de su cabeza y lo bajará en dirección a la Madre Tierra. Con los movimientos señala la unión y comunicación entre los rumbos, el cielo y la tierra. Entre el hacer de cada uno de los Tezcatlipocas y el ser humano.
            La sahumadora establece entonces un compromiso con la tradición y con ella misma. Su tlemaitl se convierte en un instrumento precioso porque, a través de él, eleva los rezos hasta el Espíritu, establece la comunicación, mantiene la armonía, equilibra.
Cuidará del tlemaitl y no permitirá que otros lo empleen puesto que es una extensión de ella misma, un portal entre el mundo visible o del tonal, y el mundo no visible o del nagual. Al finalizar su trabajo lo limpiará con un trocito de madera y devolverá a la tierra los residuos en los que se contienen las energías absorbidas por los carbones. Lo envolverá en una tela de algodón.            
Así como en la danza el aire se representa con giros y vueltas, la tierra cuando se pisa con fuerza, el agua al zigzaguear y el fuego con brincos, la sahumadora realizará los movimientos circulares, a manera de espiral, en forma de serpiente, o posando el tlemaitl en un punto dado, obedeciendo a una intención.
            Será mediadora entre el cielo y la tierra, entre el espíritu y la materia, entre los seres vivos y los ya trascendidos. En un principio irá descubriendo paulatinamente la información, porque desde que es iniciada estará protegida por el Espíritu, cuando su intención de servir es genuina y libre de malas intenciones. Aprenderá a ver y a escuchar a través de su corazón y ayudará a sanar y liberar a otros de las energías mal calificadas.
Es un camino y partiendo de lo evidente, poco a poco se le revelará lo que las miradas cotidianas no pueden percibir. Es una senda de gran responsabilidad y enormes satisfacciones espirituales.
Para su iniciación, deberá conocer todos los aspectos relacionados con el Hacer y aceptar conscientemente el compromiso con su trabajo interno y externo como sahumadora.
Deberá pedir permiso a la Madre Tierra Tonantzin, para hacer un agujero y enterrar ahí su tlemaitl, boca abajo. Desde el momento en que remueve la tierra, le solicitará que le otorgue la fuerza al incensario, para que pueda llevar a cabo su labor. Lo dejará enterrado durante 8 días. De nuevo pedirá permiso para extraerlo y lo lavará con cuidado. Lo bañará con agua bendecida o de manantial, dejando un tanto de agua hasta que se consuma o en su caso durante 5 días más.
Al finalizar la ceremonia de velación y al momento del amanecer, manifestará al Espíritu su intención de ser portadora del fuego y afirmará su compromiso. 
            Al llegar a una ceremonia, debe presentarse ante la persona que dirige y manifestar su deseo de participar. Al ser aceptada, pondrá la rodilla izquierda en el piso y esperará la indicación para ser sahumada.
            Presentará sus respetos al altar y a los cuatro rumbos. Le será indicado el lugar que deberá ocupar en la ceremonia o para posar o “sentar” su tlemaitl o sahumador, siempre sobre un pañuelo o paliacate rojo.
            En las ceremonias nocturnas su lugar estará junto al altar, o en donde se elabora la ofrenda. En el círculo de la danza, su sahumador deberá permanecer en el centro, colocado o “sentado” sobre el pañuelo. Dependiendo de quien dirige la ceremonia, recibirá indicaciones diferentes.
           Con humildad y completa apertura, descubrirá que en cada lugar, en cada ceremonia, tendrá mucho que aprender.


Por todas nuestras relaciones. Ometeótl
Huehuexochitl Eugenia